jueves, 15 de marzo de 2012

Los Vigilantes de la falla

FALLAS

Los vigilantes de la falla

15.03.12 - 00:12 - FERNANDO MIÑANA | VALENCIA.
Fuente: lasprovincias.es
Las agrupaciones más pequeñas, al contrario que las grandes, dejan los ninots a su suerte durante la mañana
Reforzar la seguridad es una necesidad pendiente desde hace años
«No sé si subirán a la Torre Eiffel, más miedo me dan las pintadas», explica el de Sueca-Literato Azorín
El sol pica a mitad mañana. La gente se despoja de las chaquetas mientras deambula de falla en falla. El cuerpo central de la mayoría de los monumentos ya está enhiesto y los paseantes aprovechan para verlo sin el agobio del gentío. En las más grandes, tras el cerco que delimita el espacio, la barrera que evita que avance más de la cuenta el mirón, hay siempre un hombre uniformado que busca la sombra. Es el vigilante.
La figura del vigilante se ha instaurado en la fiesta. Aquella falla que no ponga a nadie para proteger a los ninots puede despertarse con varias figuras menos y con algunas piezas mancas y decapitadas. Aunque hay casos peores, como el incendio de Molinell-Alboraya y el intento frustrado en la Nova d'Orriols. Dos sucesos que han generado cierta alarma y que han empujado a varias comisiones a contratar a última hora los pocos vigilantes que quedan disponibles o, en el peor de los casos, a improvisar por la noche con los propios falleros.
Juan Carlos, como casi todos, sabe quién es el 'enemigo'. El peligro mana casi siempre de los estómagos remojados en alcohol de los jóvenes. «Nuestra misión es que no hagan nada en la falla», explica al lado de nitots envueltos en plástico. Tiene once años de experiencia en estos menesteres y sabe que, además de los borrachos, también hay que tener cuidado con aquellos que detestan la fiesta. «Pero lo peor es la gente joven, que no respeta nada. Ahí nos toca hablar con ellos e intentar disuadirlos porque la agresividad es contraproducente».
Este vigilante lleva mucho recorrido y sabe que no se puede bajar la guardia. «El año pasado un compañero se durmió y se llevaron cuatro muñecos al lado de las torres de Quart». Por eso recomienda cubrir las 24 horas del día. «Hay muchas fallas que no se lo pueden permitir, pero yo trabajo por la noche y ahora a mediodía llega un auxiliar que hace la otra mitad de la jornada», comenta de espaldas a la falla de Cuba-Literato Azorín.
Otros, ni eso. Un fallero pega un vistazo en Santa María Micaela. Ve que está todo tranquilo y se aleja. Nadie más vigila. «Por el día suele estar todo tranquilo; el problema viene por la noche, cuando los jóvenes van bebidos. Nosotros hace diez años que contratamos seguridad, pero sólo la tenemos por la noche». Las fallas pequeñas están desguarecidas por el día.
Por Convento Jerusalén aún se puede caminar. Quizá por última vez hasta que arda la falla la noche del 19. Allí está Antonio, feliz por poder trabajar, aunque sea por unos días. Está en el paro y «este tipo de cosas» le vienen bien para obtener algún ingreso. Este vigilante ha hecho la ronda en fallas pequeñas y lo tiene claro. «En una pequeña hay menos gente que vea a los que pueden hacer algo, pero se controla muy fácilmente. En una de estas, desde una punta no veo lo que pasa en la otra. Yo les he recomendado que contraten a un segundo vigilante: creo que hace falta».
Dos vigilantes tiene Sueca-Literato Azorín. Pero tiene una explicación. Allí, además de su falla monumental, tienen que proteger su fastuosa iluminación y, en especial, la sorprendente Torre Eiffel, todo un reto para chavales embravedidos por el licor. «No sé si alguno querrá subirse a la torre... Yo tengo más miedo de las pintadas, que están muy de moda. A las siete de la tarde ya viene mucha gente y hay que estar atento porque si hay 2.000 personas, a la masa no la puedes controlar»».